sábado, 28 de mayo de 2016

Microensayo onomástico

Hola a todos:

Uno de los próximos trabajos prácticos consiste en redactar un microensayo. Vamos a dar algunas notas y recomendaciones de qué es un microensayo y cómo se hace.

Según el DRAE, un ensayo es un “escrito en prosa en el cual un autor desarrolla sus ideas sobre un tema determinado con carácter y estilo personales”. Se trata de un escrito literario, en el que uno tiene la libertad de imprimir su sello personal, no sólo por las ideas que expone, sino también –y tal vez sobre todo– por la forma que les da en la escritura. La extensión de un ensayo es muy variable, ya que puede tener desde unas pocas páginas hasta el volumen de un libro. Un microensayo, en cambio, es breve: no debería ocupar más de una carilla. Es decir, el microensayo comparte las mismas características de su hermano mayor, el ensayo, pero obviamente es muchísimo más reducido en extensión. Su superestructura debe contener, como muchos otros escritos en prosa, estas tres partes tradicionales: introducción, desarrollo y conclusión.
Lo importante, en ambos casos, es que sea un texto original, personal. En esto, no solo apunto a la creatividad del texto sino también a la honestidad intelectual de quien lo escribe.
La temática de nuestro microensayo será la etimología y el significado de un nombre propio. En esta ocasión les propongo que tomen el nombre de su hijo o hija (a quienes tienen hijos no les será difícil; a quienes aún no han sido padres, deberán pensar a futuro en qué nombre les gustaría ponerles), busquen su origen y significado y a partir de esa información, reflexionen y redacten un brevísimo ensayo. A la historia lingüística del nombre se unirá la historia personal del bautizado; entonces se trata también de relatar quién eligió el nombre, por qué, si sabía qué significaba al momento de elegirlo, entre muchas otras cosas. Antaño se imponía un nombre a un niño por el santo de su día, en distintas épocas diversos personajes célebres ponen de moda sus nombres, así en el mejor momento de Maradona hubo millares de Diegos; en ocasiones un factor determinante es la religión o fe de los padres, y es por eso que entre el alumnado del Colegio Nuestra Señora del Huerto hay más “Marías del Huerto” que en otros grupos. En ocasiones hay que quedar bien con abuelas y/o abuelos maternos y paternos y por eso los niños llevan nombres kilométricos y algo anticuados. En fin: cada uno sabe el por qué del nombre que eligió para su hijo.
Una ayudita más: tal vez lo más difícil a la hora de escribir sea el comienzo. Un ensayo da múltiples posibilidades de apertura. Les sugiero algunas (sólo por sugerir), pero pueden comenzar como ustedes lo deseen:
-          Una brevísima reflexión sobre el nombre propio
-          Una anécdota relacionada con lo que se va a relatar
-          Una cita de algún escritor (esto quizá sea lo más fácil y cómodo y lo menos recomendable)
-          Un dicho de algún personaje familiar
-          Un comentario acerca de la actividad encomendada y las emociones que suscita en uno
-          …¿Qué más? Sería genial que no eligieran ninguna de las opciones anteriores y comenzaran con algo personal y único.

Como muestra de “microensayo onomástico” como podríamos llamar a este tipo textual, les transcribo a continuación el que escribió Romina Ardiles, que cursó esta materia el año pasado. Es para que lo lean y disfruten, pero no para que lo tomen como molde al cual deban ajustar su propio escrito. Ahí va, con consignas y todo:


MICRO-ENSAYO “MI NOMBRE”

nombre

al nacer
nos encierran
bajo llave
en este calabozo
de unas cuantas letras.

(de “Fórmula para incendiarios”, 2005)

šCarácter: Individual.
Extensión: Una (1) carilla (o dos, como máximo).
Objetivos:
·         Reflexionar acerca de la etimología y significado del propio nombre.
·         Elaborar un texto literario a partir de dicha reflexión.


Romina, me nombraron

¿Qué es el nombre? El nombre es una palabra trascendental ya que será asociada a nosotros cada vez que se nos recuerde. Nos identifica y encierra el afecto de quienes nos ayudaron a crecer y de los que nos aman. El nombre es la primera designación que recibimos y es lo que nos permite ocupar un lugar en el universo. No es una palabra igual a otras, es la que han elegido para llamarnos.                                                                                                                                      
Romina. Romina, así me llamaron cuando entré a vivir en esta parte del universo. Cuando les pregunto a mis padres por qué me pusieron ese nombre y no otro, ellos responden que porque lo propuso mi abuelo materno, ya que a él le gustaba. ¿Por qué le gustaba o lo propuso? No lo sé, y quizá nunca lo sepa. No sé si lo pensó, lo escuchó o habrá sido el nombre de alguno de sus antepasados. O por si habrá visto la telenovela titulada “Romina” de 1988. O si habrá escuchado a la cantante italiana “Romina Power” durante los ‘70.  Será, tal vez, siempre una incertidumbre. O no. Aunque, de cierta forma, Romina es también el significante de lo que él significó.
Ciertamente, el por qué de la elección de mi abuelo respecto a mi nombre no lo sepa. No obstante, con la ayuda de Google encontré que mi nombre, Romina, es de origen árabe (aunque no suene) cuyo primer significado es “de la tierra de cristianos”. Luego aparecen otros como “princesa y guerrera”, en honor a una princesa llamada “Romina” que murió por salvarle la vida a uno de sus soldados; y “reina de los árabes”. También, en menor medida, encontré que el nombre es una derivación de 'Romana', que proviene de la palabra del latín 'Romanus' que significa "habitante de Roma", o "ciudadano del Imperio Romano". La etimología es incierta: puede derivar de Rumon, "el río Tevere"; de ruma, "mama" o Haslet, "la fuerza", que deriva del latín. ¿Tendrá Romina alguna relación con los nombres de Rómulo y Remo?, por lo pronto sólo nos une el haber sido amamantados por una loba. ¿Habrá sabido mi abuelo estos posibles orígenes y significados del nombre con el que quiso llamarme? Tal vez no, tal vez sí. Es tan incierto como la misma etimología del nombre. Lo seguro es que le gustaba, motivo suficiente para buscarme y hallarme en él.
En algún punto todos esos significados y orígenes se encuentran cuando trazo Romina sobre papel o en su defecto sobre tierra, arena, río, emociones, aceite, agua, sal, viento, calor, risa llanto o vida. En realidad no importa dónde ni cuándo lo delinee, lo pronuncie, o lo grite o lo calle siempre estará allí, erigiéndose con la potencia de una vibrante múltiple (no simple).
Mi nombre es “Romina”, pero ¿qué hay más allá?...¡ Qué tarea difícil la de buscarnos en el nombre! Será acaso –siguiendo el poema- un calabozo eterno, en el que siempre viviremos aun después de muertos. ¿Somos un nombre o el nombre es lo que somos? ¿Soy mi nombre o mi nombre es lo que yo hago que sea lo que es? Y no sé. Supongo que debe ser recíproco.
“Romina”, cuánta veces lo habré escuchado y cuántas me lo habré repetido. Seis letras que definen lo que soy. ¿Seré sólo esas cuantas letras? Sobre ellas comienzo y acabo. Ellas son el cimiento de este imperio que voy construyendo, soy yo. Aunque algunas veces, me miro a un espejo y “Romina” no pareciera ser yo. Creo que mi nombre es algo más que ese reflejo.O ese reflejo es más que “Romina”; pero no siempre es asi, casi nunca. Mayormente “Romina” y yo coincidimos. Es que somos indisociables. Somos una, atadas por el afecto con que el que nos nombraron. 

                                                                        Romina Belén Ardiles Le-2995

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