Hola a todos:
Uno de los próximos trabajos
prácticos consiste en redactar un microensayo. Vamos a dar algunas notas y
recomendaciones de qué es un microensayo y cómo se hace.
Según el DRAE, un ensayo es un “escrito en prosa en el cual un
autor desarrolla sus ideas sobre un tema determinado con carácter y estilo
personales”. Se trata de un escrito literario, en el que uno tiene la libertad
de imprimir su sello personal, no sólo por las ideas que expone, sino también –y
tal vez sobre todo– por la forma que les da en la escritura. La extensión de un
ensayo es muy variable, ya que puede tener desde unas pocas páginas hasta el volumen
de un libro. Un microensayo, en cambio, es breve: no debería ocupar más de una
carilla. Es decir, el microensayo comparte las mismas características de su
hermano mayor, el ensayo, pero obviamente es muchísimo más reducido en
extensión. Su superestructura debe contener, como muchos otros escritos en
prosa, estas tres partes tradicionales: introducción, desarrollo y conclusión.
Lo importante, en ambos casos, es que sea un texto original,
personal. En esto, no solo apunto a la creatividad
del texto sino también a la honestidad
intelectual de quien lo escribe.
La temática de nuestro microensayo será la etimología y el
significado de un nombre propio. En esta ocasión les propongo que tomen el
nombre de su hijo o hija (a quienes tienen hijos no les será difícil; a quienes
aún no han sido padres, deberán pensar a futuro en qué nombre les gustaría ponerles),
busquen su origen y significado y a partir de esa información, reflexionen y
redacten un brevísimo ensayo. A la historia lingüística del nombre se unirá la
historia personal del bautizado; entonces se trata también de relatar quién
eligió el nombre, por qué, si sabía qué significaba al momento de elegirlo,
entre muchas otras cosas. Antaño se imponía un nombre a un niño por el santo de
su día, en distintas épocas diversos personajes célebres ponen de moda sus
nombres, así en el mejor momento de Maradona hubo millares de Diegos; en
ocasiones un factor determinante es la religión o fe de los padres, y es por
eso que entre el alumnado del Colegio Nuestra Señora del Huerto hay más “Marías
del Huerto” que en otros grupos. En ocasiones hay que quedar bien con abuelas y/o
abuelos maternos y paternos y por eso los niños llevan nombres kilométricos y
algo anticuados. En fin: cada uno sabe el por qué del nombre que eligió para su
hijo.
Una ayudita más: tal vez lo más difícil a la hora de escribir sea
el comienzo. Un ensayo da múltiples posibilidades de apertura. Les sugiero algunas
(sólo por sugerir), pero pueden comenzar como ustedes lo deseen:
-
Una brevísima reflexión
sobre el nombre propio
-
Una anécdota relacionada con
lo que se va a relatar
-
Una cita de algún escritor
(esto quizá sea lo más fácil y cómodo y lo menos recomendable)
-
Un dicho de algún personaje
familiar
-
Un comentario acerca de la
actividad encomendada y las emociones que suscita en uno
-
…¿Qué más? Sería genial que
no eligieran ninguna de las opciones anteriores y comenzaran con algo personal
y único.
Como muestra de “microensayo onomástico” como podríamos llamar a
este tipo textual, les transcribo a continuación el que escribió Romina
Ardiles, que cursó esta materia el año pasado. Es para que lo lean y disfruten,
pero no para que lo tomen como molde al cual deban ajustar su propio escrito.
Ahí va, con consignas y todo:
MICRO-ENSAYO “MI NOMBRE”
nombre
al nacer
nos encierran
bajo llave
en este calabozo
de unas cuantas letras.
(de “Fórmula para incendiarios”,
2005)
Carácter: Individual.
Extensión: Una (1) carilla (o dos, como máximo).
Objetivos:
·
Reflexionar acerca de la etimología y significado del propio
nombre.
·
Elaborar un texto literario a partir de dicha reflexión.
Romina, me nombraron
¿Qué es el nombre? El
nombre es una palabra trascendental ya que será asociada a nosotros cada vez
que se nos recuerde. Nos identifica y encierra el afecto de quienes nos
ayudaron a crecer y de los que nos aman. El nombre es la primera designación
que recibimos y es lo que nos permite ocupar un lugar en el universo. No es una
palabra igual a otras, es la que han elegido para llamarnos.
Romina. Romina, así me
llamaron cuando entré a vivir en esta parte del universo. Cuando les pregunto a
mis padres por qué me pusieron ese nombre y no otro, ellos responden que porque
lo propuso mi abuelo materno, ya que a él le gustaba. ¿Por qué le gustaba o lo
propuso? No lo sé, y quizá nunca lo sepa. No sé si lo pensó, lo escuchó o habrá
sido el nombre de alguno de sus antepasados. O por si habrá visto la telenovela
titulada “Romina” de 1988. O si habrá escuchado a la cantante italiana “Romina
Power” durante los ‘70. Será, tal vez,
siempre una incertidumbre. O no. Aunque, de cierta forma, Romina es también el
significante de lo que él significó.
Ciertamente, el por qué de
la elección de mi abuelo respecto a mi nombre no lo sepa. No obstante, con la
ayuda de Google encontré que mi nombre, Romina, es de origen árabe (aunque no
suene) cuyo primer significado es “de la tierra de cristianos”. Luego aparecen
otros como “princesa y guerrera”, en honor a una princesa llamada “Romina” que
murió por salvarle la vida a uno de sus soldados; y “reina de los árabes”. También,
en menor medida, encontré que el nombre es una
derivación de 'Romana', que proviene de la palabra del latín 'Romanus' que significa
"habitante de Roma", o "ciudadano del Imperio Romano". La
etimología es incierta: puede derivar de Rumon, "el río Tevere"; de
ruma, "mama" o Haslet, "la fuerza", que deriva del
latín. ¿Tendrá Romina alguna relación con los nombres de Rómulo y Remo?, por lo
pronto sólo nos une el haber sido amamantados por una loba. ¿Habrá sabido mi
abuelo estos posibles orígenes y significados del nombre con el que quiso
llamarme? Tal vez no, tal vez sí. Es tan incierto como la misma etimología del
nombre. Lo seguro es que le gustaba, motivo suficiente para buscarme y hallarme
en él.
En algún punto todos esos
significados y orígenes se encuentran cuando trazo Romina sobre papel o en su defecto sobre tierra, arena, río,
emociones, aceite, agua, sal, viento, calor, risa llanto o vida. En realidad no
importa dónde ni cuándo lo delinee, lo pronuncie, o lo grite o lo calle siempre
estará allí, erigiéndose con la potencia de una vibrante múltiple (no simple).
Mi nombre es “Romina”, pero
¿qué hay más allá?...¡ Qué tarea difícil la de buscarnos en el nombre! Será
acaso –siguiendo el poema- un calabozo eterno, en el que siempre viviremos aun
después de muertos. ¿Somos un nombre o el nombre es lo que somos? ¿Soy mi
nombre o mi nombre es lo que yo hago que sea lo que es? Y no sé. Supongo que
debe ser recíproco.
“Romina”, cuánta veces lo
habré escuchado y cuántas me lo habré repetido. Seis letras que definen lo que
soy. ¿Seré sólo esas cuantas letras?
Sobre ellas comienzo y acabo. Ellas son el cimiento de este imperio que voy
construyendo, soy yo. Aunque algunas veces, me miro a un espejo y “Romina” no
pareciera ser yo. Creo que mi nombre es algo más que ese reflejo.O ese reflejo
es más que “Romina”; pero no siempre es asi, casi nunca. Mayormente “Romina” y
yo coincidimos. Es que somos indisociables. Somos una, atadas por el afecto con
que el que nos nombraron.
Romina Belén Ardiles Le-2995